Es desesperante no tener esa facilidad de palabra en un momento dado y callas cuando toca hablar.
Esa reacción que muchas veces es tardía hace que luego piense unos argumentos logicos y convincentes, pero en el momento no me salen las palabras que se amontonan en mi garganta de forma desordenada.
Luego comienzo los monólogos mentales, una y otra vez, recordando la conversación e imaginando lo bien que hubiesen quedado mis frases coherentes y acertadas, deseando volver a tener una oportunidad para decir lo que tan bien he pensado.
Conversar, ese momento que dos o más personas dialogan sobre temas diversos. Parece fácil pero no siempre es sencillo seguir el hilo de las conversaciones, a muchas personas la mente les vuela e incluso no logran decir todo lo que piensan en ese momento, no porque quieran callar sino por falta de tiempo. Sus pensamientos van por delante de sus palabras y no al unísono, con lo cual mientras su boca dice su mente ya está en otro punto distinto.
Puede sonar raro, quizás de mente enrevesada, pero es lo que en varias ocasiones me ha ocurrido y creo que no serán las únicas. No dudo que en ciertos momentos haya sido la cautela la causante de mi silencio, a veces no vale la pena hablar.